Escritos





Montículos

Hay tanto caos en mi vida,
Que ya no sé dónde poner
Las cosas.

Ya no se dónde poner
Más desorden,
Ya no me entra ni
Espacio vacío.

En esta habitación solo hay
Montículos de cosas
Que alguna vez
Fueron individuos.

Solo hay cuepos sin forma
Bajo montañas de polvo,
Que alguna vez fueron
Partículas de un ser vivo.

Ese polvo también es el color
Que se ha desprendido
De cada objeto
Que alguna vez estuvo vivo.

Más grises que sus propias sombras
Son estos montículos
De historias olvidadas
Y de tiempo perdido,

Tan grises como el beso
Entre el abandono y el olvido.

Esta habitación en la que vivo
Está tan llena de cosas
sin sentido
que ya no me entra
ni la luz,
ni la sonrisa,
ni un pedazo de espacio vacío.

Almendra Lucía. S
29/08/12
 





































Nuevas esperanzas

El tiempo se derrumba, inamovible,
Como la caída de la pluma en el viento
Y se desplaza lentamente
                                                                 Entre mis
Pensamientos, ensueños y anhelos.
Tengo ansias de abrazarte en un abraso
Y que una brisa sosegué nuestro lazo
Y tenga esperanzas de un nuevo comienzo
Y logre en ti confianza
                                                                                    Con otro sueño inmenso
Quiero dormirme
                                                                          A la sombra de tus inmensas pestañas
Tengo heridas
                                                                         Que por ti esperan ser sanadas
Tengo temores
                                                                         Que al verte se desarman
Y quiero que no existan las distancias
Para unirnos en el beso
De las almas.

                                        Tus gestos, tus palabras,
                                                                                    Tus sonrisas, tus miradas
Se clavan profundamente en mí
Y me hacen doler
                                                         (De felicidad)
Y cuando tus frías manos
                            Rosan esas cuerdas
                                                                Que son parte de tu piel…
                                                                                                              Yo quiero ser parte también

                                              Este duelo eterno
                                entre el querer y el poder
                                              nuevamente me desvela,
pero solo el tiempo calla
solo el tiempo dice,
y hasta que decida el hablar
dormiré en la repetición de tus palaras.

Almendra
Lucía. S













El planeta blanco

Cuando miles de miles de años en el futuro, el sol, después de ser supernova, apagó sus destellos y sus estertores cesaron, fue una enana negra muerta. La luna se quedo sin su fogoso y apasionado amante que la cortejaba por las noches desde su cara oculta.
Ella ya no era el dichosos espejo del dador de vida, ahora solo una satélite solitaria y opaca. La tristeza era pura y profunda como sus cráteres.
Su llanto se desprendió; el casi imperceptible polvo plateado cayó tamizado sobre la tierra.
Un tiempo tardó en extinguirse la luz del planeta, tal así como cuando las estrellas se apagan, y para nuestros ojos, el inalcanzable lucero sigue allí, titilando.
El espectáculo fue alucinante; ver como la luz, cada vez más tenue, terminaba por convertirse en una oscuridad casi absoluta pero asombrosamente bella; ocultaba toda la escoria del planeta, para ese entonces prácticamente en ruinas.
La tierra comenzaba a desatar su fin, ya sin luz, por añadidura sin fotosíntesis y pronto sin vida. Cada día los seres vivos se debilitaban más, el sueño se había confundido y no se sabía con certeza cuando era de noche, pues esta ahora eterna era acompañada por focos constantes y tenues velas.
En algunos lugares los recursos energéticos no daban abasto, sin embargo otros aprovechaban para dormir el doble. Pero no faltaron los que se valieron de las penumbras para causa estragos. Era inevitable el constante extravío de objetos.
La luna observaba y a pesar de ver que desastre aquel – por la partida de su amante ahora marchito- de todos los afectados se consideraba la más desdichada.
En la tierra la vida era cada vez más mustia, las plantas se volvían negras y la piel humana se emblanquecía.
El pulmón de Latinoamérica, antes frondoso, ahora agostado. Animales desconcertados por las noches agonizaban desvelados. Pero la mayoría yacían a los costados de las rutas, hediondos, pútridos.
Las cucarachas llegaron a oscurecer aún más la noche, que ahora crujía a cada paso. Voraces comían y se reproducían.
Tan saturada comenzó a ponerse la atmósfera, que las plumas ya no caían, quedaban suspendidas e inmóviles, recostadas sobre el espeso y contaminado aire. Que cansancio, músculos agotados debían empujarlo para poder caminar, se sentía como plomo.
La luna aún derrochaba su llanto, que caía. Dulce polvo gris, como las alas de hadas trituradas, comenzaba a crear sobre la tierra una fina película como la que hay en los libros de las bibliotecas.
Con los reflejos y las luces el polvo brillaba.
La caída del dolor era constante. La luna iba perdiendo materia que se iba depositando sobre los cadáveres de la tierra. El satélite se iba reduciendo más y más.
Ahora el llanto había cubierto por completo los cadáveres, las casas, los autos, los árboles, los rascacielos y lo océanos.
Que bello el desierto plateado en el que se había transformado el tercer planeta de la vía láctea.
La luna se achicaba.
La tierra se ensanchaba, se empolvaba y absorbía el agua de los mares.
El ojo plateado era ahora más pequeño que su difunto amor.
La tierra se había convertido en un brillante, hermoso y muerto planeta plateado, blanco y claro.
En cambio ella, que alguna vez fue dueña de los versos más halagadores, auto destructiva se consumió, no dejó de llorar y se hizo polvo por completo.
Su última lágrima cayó sobre la tierra…la hermosa luna, junto a su amor se extinguió.

Almendra
Lucía








 
El silencio de tu presencia

Continuamente mi mente
Te invoca,
Tal vez lo presientes,
Tal vez no lo notas.

Queriendo recordar tu rostro
Y no recuerdo nada
Queriendo dibujar tu cuerpo
Y recuerdo tu mirada.

Deseo que me ames
Pero en el amor
No hay deseo que valga
Si tú no me llevas dentro
Mi deseo, se transforma en nada.

Endúlzame la risa
Y tápame los ojos
Hazme sentir tu presencia
Y llévame contigo
Hasta el fondo.


Almendra
Lucía












Cambio de vida

Esta noche decidí cambiar mi vida, por completo. Ya no quiero seguir siendo lo que fui, me he cansado de la rutina.
Después de un tiempo, todas las rutinas se vuelven  intolerables, pero yo tardé unos cuantos siglos en darme cuenta de que esto no era lo que quería hacer por el resto de la eternidad.
Hoy, en esta noche sombría, me encuentro vagando por calles adoquinadas y levemente humedecidas por esas finas cortinas de lloviznas casi imperceptibles.
El paisaje monocromático de grises se quiebra con el negro azabache de mi vestimenta, pero aun así, casi nadie puede verme, por que soy yo quien decide quien es el que me podrá ver. Y si tu me estas viendo es un mal indicio, ya que quiere decir que te llevaré para siempre, bueno, por lo menos de eso se trataba mi trabajo hasta hace unos momentos antes de decidir que ya no iría a buscar  las pobres y moribundas personas que ya no son útiles para la humanidad, que solo estorban y hacen bulto o tal vez a aquellas inocentes almas que se deben ir por la voluntad de otro o “del Otro”.
Solo camino, lo de siempre, pero la diferencia es que ya no tengo que ir por nadie, ni mucho menos responder al llamado de esas personas que, por propia voluntad ya no quieren estar entre nosotros, se quieren ir para siempre, ja…cobardes.
Hice un juramento, nunca mas volveré a ejercer mi antiguo oficio, es que ya no me causa satisfacción, al contrario, se me hace tedioso.
Pero ahora que camino por calles silenciosas y mortecinas, ahora que nada me apura, ahora que nadie me llama, puedo entrar a las casas ajenas para comprender como es la vida de los mortales.
Y veo a un hombre mal tratando a su esposa y pienso que tendría que llevármelo para siempre, pero no puedo, hice un juramento. Yo en su lugar, seria la persona mas feliz del mundo y no dejaría pasar ni un segundo.
La gente, generalmente quiere lo que no tiene pero no valora lo que se les ha dado. Muchos dicen querer  ser inmortales, y yo, que lo soy, me encantaría ser un mortal más de este mundo, pero no puedo, mi cadena es perpetua, viviré por toda la eternidad. Es mas, vivo desde siempre, siempre existí y siempre existiré, estoy condenado a presenciar todas las catástrofes de la historia, cada despedida, cada llanto, cada arrepentimiento.
La mayoría de los mortales, me tienen miedo. Toman atajos para no cruzarme en sus caminos, aunque saben que algún día, sin duda alguna (es lo único que se sabe con certeza en este mundo) pasare a buscarlos, en cambio otros, o muchos de los de este mundo solo se acercan hacia mí, toman el camino recto hacia la autodestrucción; hacia mis pies. Solo si supieran lo que es esta condena de la eternidad en la soledad, tan solo si lo supieran…no cometerían tantos errores en vida y no les esperaría la oscuridad eterna como a mí.








Almendra
Lucía










Espacios vacíos

Hay ausencia por todas partes,
Rebosantes montañas de hojarasca
Y ausencia.

Raquítica humanidad
Desgajada y desmoronada
Que ha arruinado hasta el hartazgo
Lo más bello de nosotros,
Convirtiéndonos en mounstros.

Arrullando, entre los brazos, nido
Y cobijando mil maneras
De eufemismos,
Todo solo para engalanar
Nuestras ausencias.
Almendra
Lucía









Iras

Donde volcar iras que emergen de la
Nada,
Trata de huir a la inundación
de la impotencia
                                mata y desgarra;
no conoce el razociño ,
asesina la templanza,
                                                        en bocanadas
de aire impuro.
En espirales de complejos,
De insultos
Y lagrimas dedicadas al aire
                                Que me oxidan los párpados
                                                   Bisagras del alma.




Almendra
Lucía